Un lugar en el que cada año se registran más de medio millón de visitas, maneja unos datos que sin duda hablan por sí solos de las bondades del paisaje, de la naturaleza y la tranquilidad que se respira en el ambiente. El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, se encuentra situado en la comarca del Sobrarbe, perteneciente a la provincia de Huesca, en mitad del Pirineo oscense. Comprende las localidades de Bielsa, Fanlo, Puértolas, Tella-Sin, Torla-Ordesa y Broto. Una gran variedad de lugares en los que conocer más sobre la cultura tradicional de los pequeños pueblos aragoneses.
Este inmenso paraje natural, que se extiende por un total de 15.608 hectáreas, es el segundo Parque Nacional más antiguo de España, declarado como zona de protección en el año 1918. Zona que además se amplió en el año 1982 hasta formar todo el parque actual. Cuenta también con otros nombramientos de protección, como es la nomenclatura de Reserva de la Biosfera, Zona de Especial Protección para las Aves, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y Lugar de Importancia Comunitaria.
Morfología y Clima
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Dentro de la zona protegida se pueden observar fácilmente valles glaciares, crestas montañosas, gargantas y cascadas. El terreno varía desde la más frondosa vegetación en los valles, hasta el suelo árido en las partes más altas del parque.
Destaca Monte Perdido, el pico más elevado del parque; el Valle de Ordesa, donde se escucha el río Arazas; el Cañón de Añisclo, las Gargantas de Escuaín o el Valle de Pineta.
La antigua erosión glaciar ha transformado el paisaje con el paso de los años, dando lugar a la actual zona kárstica y fluvial, con muchos secretos para descubrir, como cuevas, simas o cañones.
Uno de los puntos más característicos del parque es la variación del clima, debida a los cambios de altitud que existen entre los valles y las montañas. Resulta muy llamativa la humedad y la temperatura, cambiantes del día a la noche y que a su vez provocan una distribución especial entre las especies vegetales que pueblan el lugar.
Flora y Fauna
Teniendo en cuenta todas variaciones de terrenos y de climatología, no es de extrañar que dentro del parque se encuentren especies de todo tipo, que se han adaptado a las condiciones de cada zona.
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En cuanto a la flora, se han llegado a clasificar un total de 1400 especies distintas, de las cuales 83 son exclusivas del Pirineo. Estas especies exclusivas se dan sobre todo en las zonas de acantilados y paredes, lugares que también son característicos del parque.
Las diferencias de temperatura hacen posible la proliferación de diversas especies, como plantas mediterráneas, submediterráneas, o los llamados pozos de oceaneidad, con especies más típicas de zonas cercanas al Cantábrico. A pesar de que las zonas más altas carecen de signos de vida vegetal, los fondos de los valles están repletos de hayas y abetos, y de pinos negros en las zonas de altitud intermedia.
Mención aparte merece la flor de nieve, o edelweiss, planta que ha sido símbolo del Parque Nacional y que es una especie protegida, debido a que es una de las pocas zonas del Pirineo en las que se da.
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Al igual que ocurre con las especies vegetales, la variedad de animales es sumamente extensa, llegándose a contabilizar unas 38 especies de mamíferos, 68 de aves, 5 de anfibios, 8 de reptiles y 5 de peces. Destacan entre todas ellas el rebeco, el corzo, el jabalí, el ciervo, el oso pardo, pequeños mamíferos como la nutria o el zorro, el urogallo, la lechuza de Tengmalm, el águila real, el buitre leonado, o el alimoche. Como especies endémicas consolidadas en la zona, encontramos la rana pirenaica, la marmota y el quebrantahuesos.
Actividades
Para proteger el espacio de la acción del ser humano, únicamente se permite acceder al parque a pie o en bicicleta. Son muchas las rutas de senderismo que se pueden realizar en el lugar, adentrándose en unos paisajes únicos, que sin duda quedarán grabados en la retina de los visitantes.
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