Pou Nou de Baix

Este alojamiento se encuentra en una tranquila y apacible zona a las afueras de la localidad menorquina de Sant Lluís, donde podrás disfrutar de la esencia rural de esta bonita isla.

Se trata de una casa rural típica menorquina, con capacidad para siete personas, en pleno campo, por lo que disfrutarás de bonitos paisajes, especialmente desde los exteriores de la casa.

Encontramos un amplio jardín que se reparte en varias zonas, como el solarium ajardinado donde podrás tumbarte al sol y desconectar, o la zona con juegos para niños a la sombra de los árboles.

También dispone de un espacio con barbacoa junto con una mesa de exterior para que podáis organizar estupendas comilonas al aire libre, así como un agradable porche que da paso al interior de la casa.

La estética interior de la casa se asemeja a su exterior, con paredes blancas donde destacan elementos de madera, con una distribución en dos plantas.

En la planta baja tenemos las siguientes estancias:

• Una amplia y luminosa sala de estar donde poder descansar sobre el mullido sofá mientras disfrutas de una serie o película en la televisión, y en invierno, al calor de la estufa de leña. Este mismo espacio acoge la mesa de comedor con sus sillas en un estilo clásico.

• También dispone de una gran cocina, de estilo rústico con su mobiliario de madera, y perfectamente equipada con electrodomésticos de línea moderna.

• Las restantes estancias de esta planta son, por un lado, una habitación con cama doble y otra con una cama individual, con la posibilidad de añadir dos camas extras, junto con un baño completo.

La planta superior está formada por una amplia habitación doble, con cama de matrimonio y baño incorporado con plato de ducha, y, además acceso a una gran terraza con estupendas vistas.

No nos podemos olvidar de decirte que la casa cuenta con huerto propio, en el que podrás proveerte de las frutas y hortalizas de temporada por cortesía de los propietarios.

Sant Lluís es una población al sur de la isla de Menorca.

Sus pobladores originales fueron soldados franceses, a mediados del siglo XVIII, donde el entramado de calles ha ido tomando, con el paso del tiempo, la típica estampa de los pueblos blancos menorquines.

Hay que destacar la iglesia, perfectamente integrada en la estética del pueblo, así como su antiguo molino de trigo, transformado, actualmente, como el Molí de Dalt, un museo etnológico.