Estuvimos un fin de semana. A la llegada nos recibió, Rubén, el dueño, de forma muy cordial,después de una pequeña charla, nos enseñó el hotel y nos acomodó. Bajamos a cenar y descubrimos una cocina inmejorable que hacía mucho que no probabamos, falso risoto, ensala canónigos, milhoja de bacalao, tartin de manzana.... todo con un buen vino y un paseo por el pueblo con olor a chimenea, fue una acogida excepcional.
A la mañana siguiente bajamos a desayunar, otra sorpresa, mantequillas de chocolate y vino, junto con mermeladas caseras, café de puchero, zumo recién exprimido, desayuno sencillo pero delicioso y al finalizar y antes de partir, ya tenía, Rubén, un mapa a mano alzada preparado con varias opciones para pasar el día.
Lo seguimos y fue un día muy aprovechado y disfrutamos mucho del entorno.
Al día siguiente bajé a desayunar fuera de horario y no importó, tanto Rubén como Raquel una de las empleadas, no dudaron en ponerme el desayuno incluso subirle el desayuno a mi mujer a la habitación.
Para finalizar el domingo, comimos allí, conocimos a María,mujer de Rubén, que nos atendió y nos volvió a sorprender con un cochinillo, a bajas temperaturas, que en nuestra vida habiamos probado.
Las habitaciones preciosas, amplias, muy silenciosas y la decoración muy en acorde con la zona.
La limpieza exquisita, todo esta en us sitio.
Sólo decir que volvermos a menudo, nos sentimos como en casa.